Según el texto de Xavier Vargas Beal, el aprendizaje en ningún momento lo podemos y debemos catalogar como una trivialidad. Es tan complejo, que los intentos de diversos teóricos por definirlo han ocasionado un desestimiento de las tentativas. En el mejor de los casos, han quedado en un confinamiento de la percepción personal de cada investigador como es el caso del texto de Vargas Beal, así como de algunos otros, que a modo de ejemplo se insertan las siguientes citas sobre el concepto Aprendizaje:
“consiste esencialmente en modificar el comportamiento del alumno y enriquecer su personalidad. Efectivamente, toda auténtica experiencia reflexiva de aprendizaje debe proponerse concretamente estos resultados: a) modificar la actitud y la conducta anterior del alumno; b) promover la formación de nuevas actitudes y nuevas conductas, más inteligentes, ajustadas y eficaces; c) enriquecer la personalidad del alumno con nuevos y mejores recursos de pensamiento, acción y convivencia social, que le abran nuevas perspectivas culturales y sociales” (Mattos, 1974:36).
“actividad por medio de la cual el conocimiento y la habilidad, los hábitos, actitudes e ideas son adquiridos, retenidos y utilizados, originando progresiva adaptación y modificación de la conducta” (Kelly, 1982:244);
“proceso mediante el cual un organismo modifica su comportamiento como resultado de la experiencia” (Mussen, et al, 1984:505);
“cambio en la conducta potencial debido a la experiencia” (Smith, et al, 1984:227);
“cambios relativamente permanentes en la conducta de un organismo que resultan de su experiencia. El término puede referirse también a los procesos en el organismo que producen ese cambio” (Clay, 1982:81)
No obstante que lo expuesto por Vargas Beal y las citas anteriores sobre el concepto aprendizaje y la dificultad de lograr el consenso en cuanto al significado como constructo, desde épocas remotas, los preceptores, profesores o autoridades, han manifestado el interés de medirlo con unas cuantas preguntas a manera de pequeños trozos de información como si el aprendizaje fuese una “prenda de adquisición duradera” (Piaget, 1999, p. 14), tal vez por carecer de elementos teóricos y metodológicos que permitiera realizar una verdadera apreciación del “rendimiento escolar”[1] (Mattos, 1974:315-316), conformado en un conjunto de experiencias concretas de carácter reflexivo. Así, la escuela mexicana de hoy en día, ofrece en el currículum formal unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualesquiera y las calificaciones como resultado de ello, siendo la forma válida y legítima para evaluar y objetivar el aprendizaje (Granja, 1988), convirtiéndose en lo que se denomina mandato social e institucional, a tal grado, que el docente ha sumado, entendido y aplicado dentro de su propio capital cultural (Sandoval, 2001) que no es menester desarrollar grandes esfuerzos para ser imparcial y neutro a la hora de aplicar sus preguntas, que solamente basta que estén dentro de los parámetros normales que el imaginario social ha construido y considerado como lo que no se debe cuestionar o porque está dentro de la norma y la normalidad, es decir; parafraseando a Castoriadis (1988) que se inserten en lo instituido, aunque puede y a veces sucede ser instituyente, pero cuando se norma vuelve a lo instituido, sin importar que en el interior del proceso haya lagunas de entendimiento y comprensión de las consecuencias en el aprendizaje o de los efectos colaterales.
Referencias
Castoriadis, C. (1988). Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto. Barcelona: Gedisa.
Clay, H. (1982). Introducción a la psicología social. México: Trillas
Granja, J. (1988). Los procesos formales de legitimación de los aprendizajes escolares: rituales normativos, saberes legítimos, sujetos constituidos: El caso de la enseñanza Tecnológica Agropecuaria del nivel medio superior. Tesis de Maestría. México: I.P.N.
Kelly, W. (1982). Psicología de la educación. Madrid: Morata.
Mattos, L. (1974). Compendio de didáctica general. Argentina: Editorial KAPELUSZ.
Mussen, P. et al. (1984). Introducción a la psicología. México: C.E.C.S.A.
Piaget, J. (1999). Psicología y pedagogía. México: Ariel.
Sandoval, E. (2001). La trama de la escuela secundaria: Institución, relaciones y saberes. México: UPN, Plaza y Valdez editores.
Smith, R., Sarason, I. y Sarason, B. (1984). Psicología: Fronteras de la conducta. México, Harla. Traducción José Carmen pecina.
[1] Por rendimiento escolar se entiende al conjunto de transformaciones que ocurren en el pensamiento, en el dominio del lenguaje técnico, en las formas de actuar y reaccionar actitudinalmente de los estudiantes ante situaciones y problemas de la cotidianidad. Se prefiere usar rendimiento escolar en lugar de aprendizaje por lo controversial de éste último.
Buenas tardes, maestro José Ruiz.
ResponderEliminarMe es grato saludarlo y felicitarlo por su trabajo en el blog, estoy de acuerdo con usted, al comentar que en ningún momento el aprendizaje se puede ver como algo banal o insignificante y claro que es una tarea ardua y compleja que ha provocado una serie de estudios y confrontaciones, que han dado la pauta a percepciones personales de estudiosos en la materia, como usted la comenta, así mismo me agradó el sustento teórico que hace del aprendizaje, desarrollando algunas citas y dando referencia amplia de literatura sobre el tema.
Gracias, me despido muy atentamente: José Aurelio Sáenz M.
Buenas tardes profesor José Ruiz Ortega.
ResponderEliminarLo felicito por su investigación tan profunda sobre el aprendizaje y tiene razón este no debe ser tan trivial, aunque en algunos casos existen docentes que solamente les importa cubrir al 100 % su avance programático y como lo menciona, sin importar que existan lagunas de entendimiento y comprensión y no le dan la debida importancia que se merece este proceso.
Hasta pronto, reciba un cordial saludo.
Clara Ruiz Lozano