miércoles, 10 de diciembre de 2008

Mi confrontación con la docencia

“Mi confrontación con la docencia”
Durante cinco años, después de egresar de la Universidad en 1979, realicé diversas actividades relacionadas con Agronomía. Parte del tiempo lo destinaba a proporcionar capacitación en la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulico (hoy SAGARPA). En 1984, ingresé a lo que se denomina educación no formal en el Instituto Nacional de Capacitación del Sector Agropecuario (INCA Rural). La actividad de esta institución se centraba en la elaboración y diseño de cursos, talleres, seminarios, etc., de corta duración, destinados en su mayoría al sector agrícola, ganadero y forestal. La población atendida era básicamente empleados de las instituciones públicas y en menor escala a las organizaciones de productores (agrícolas, ganaderos, etc.).
Cuando terminaba de impartir algún curso generalmente sentía satisfacción por el trabajo realizado, hubo cursos en los cuales preparaba mis propio material didáctico poniendo pasión como si estuviera en juego la institución o el trabajo mismo. La educación aunque no formal empezó a ser parte de mis actividades cotidianas, con mayor frecuencia combinaba la actividad administrativa impartiendo diversos cursos. Esta actividad duró otros cinco años. Fue en la crisis de 1995 cuando las circunstancias poco favorables me condujeron a solicitar trabajo en la Secretaría de Educación. No sé con certeza, si fue la coyuntura lo que me llevó a enrolarme en la docencia, el gusto por la misma o ambas.
Hasta ahora ha sido gratificante dedicarme a esta actividad. Desde que inicié en la educación formal fue en Educación Media Superior, concretamente en el Subsistema de Preparatorias del Estado de Zacatecas. Indudablemente, todas las actividades profesionales son reconfortantes cuando se ejercen con pasión, sin embargo, la docencia es, desde mi punto de vista una profesión muy especial porque directa e indirectamente el docente construye para bien o para mal arquitectura humana. Cada profesor agregamos algo de nuestra conciencia (de múltiples maneras) al desarrollo cognitivo de los estudiantes.
Por otra parte, cada nivel educativo tiene connotaciones específicas en materia de educación. En el caso particular de educación media superior, los estudiantes se encuentran a la medianía de la adolescencia con características especiales en cuanto a crecimiento y desarrollo físico y mental que exigen de la escuela tratos diferentes a los utilizados en la secundaria. Es preciso dejar de tratarlos como niños grandes o adultos pequeños. Cada centro educativo del nivel medio superior debe describir las características de los adolescentes, esto es, se refiere a describir por un lado a los signos, señales y manifestaciones del estudiante; en el primero se puntualiza sus detalles, gestos, estigmas; en los segundos a los ademanes y frecuencias y a los terceros a las expresiones, exhibiciones y protestas. Por otro lado, también concierne al síntoma y éste al vestigio, al signo, a la marca, a la huella de la aceptación o protesta por la escuela y a sus prácticas. En este tenor, el factor que la educación media superior ha omitido en planes y programas de estudio concierne a las características particulares y estrictamente focalizadas del adolescente estudiante de bachillerato.
Por otro lado, la educación media superior prepara estudiantes para ingresar al nivel superior o para insertarse en el mercado laboral indistintamente del subsistema que se trate. Pero también estos jóvenes ingresan al mundo de lo desconocido (drogas, pornografía, etc.) que al no tener información adecuada son presa fácil de los ofertadores de quimeras.
José Ruiz Ortega

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